spaceNo hay que extrañarse por el revuelo que ha causado la caída de la torre 6 del conjunto residencial Space, en Medellín. Eso, acaso, porque nadie se espera una tragedia semejante en una edificación de estrato alto y porque jamás, en Colombia, habíamos visto una torre de 22 pisos desparramada en el suelo como un reguero de fichas de dominó. Pero, ante todo, porque las causas del desplome hasta ahora son inciertas, pero no ha sido consecuencia, como es habitual, del invierno o de aguas mal encauzadas.

Lamentablemente, lo del Space podría ser la punta del iceberg de un grave problema que tendría su origen en la ambición desmedida de algunos constructores que desafían el sentido común sin siquiera sonrojarse, como lo vimos 24 horas antes de la tragedia, cuando el diseñador de la estructura, Jorge Aristizábal, insistía en que no había “ningún peligro de colapso”.

Al margen de especulaciones, lo cierto es que el desarrollo de proyectos habitacionales, en Medellín, hace rato viene siendo motivo de honda preocupación. De un lado, se habla de estafas con falsas viviendas de interés prioritario (VIP); por otro, del uso habitual de materiales baratos, no sismorresistentes, y de técnicas que dejan mucho que desear, como la de mampostería estructural, mediante la cual levantan en un santiamén torres de cuya solidez y perdurabilidad aún no hay claridad.

Pero el caso de Medellín se complica por sus particularidades, pues se trata de una ciudad anidada en un pequeño valle muy escarpado, con pocas áreas planas y ya prácticamente colmado, sin más suelos de expansión, por lo que sus tierras se han vuelto muy costosas. Mucho se habló de la necesidad de expandirse hacia los valles vecinos de San Jerónimo y Rionegro, pero hoy pocos le apuestan a esa alternativa y se prefiere la densificación, una decisión política en la que ha habido muchos intereses económicos de por medio.

Aún así, a los legos nos cuesta mucho trabajo entender las osadías de los mercaderes de este negocio, como el hecho de construir moles de 20 o 30 pisos en cañadas por donde bajan riachuelos, o en unas laderas que más parecen despeñaderos. Y eso no solo ocurre en El Poblado, es la tendencia en toda la ciudad y los municipios vecinos.

Precisamente, lo paradójico es que esta densificación, incrementando cada vez más la altura de los nuevos proyectos, es que se está llevando a cabo básicamente en las laderas mientras las zonas planas de la ciudad se subutilizan. El centro de Medellín está tan pauperizado por sus altos índices de criminalidad, indigencia, consumo de drogas, prostitución, ventas callejeras y demás, que todos huyen de él.

Por otra parte, se han quedado en el papel propuestas de convertir sectores como la Bayadera y el Corazón de Jesús, plagados de talleres y depósitos de madera, en barrios donde confluyan esos negocios con modernas torres de apartamentos; en tanto que un plan de ese tipo en el sector de Naranjal apenas está tomando forma.

Como si fuera poco, la construcción en altura está restringida en las mejores zonas planas de la ciudad por ser áreas de aproximación al aeropuerto Olaya Herrera, por lo que miles de hectáreas de terreno llano están ocupadas por casas de uno o dos pisos.

Ojalá que la tragedia de Space sirva para endurecer las normas y meter en cintura a constructores inescrupulosos; para vedar la construcción de grandes proyectos en las laderas; y para concertar la mejor solución para el desarrollo futuro de Medellín: ¿expansión hacia valles vecinos?, ¿aceleración de los planes de renovación urbana?, ¿cierre del aeropuerto local para levantar las restricciones? No esperemos a que ocurra otra tragedia.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 22 de octubre de 2013)

Posted by Saúl Hernández

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